EL LADO OSCURO DE LA MUJER
Oh mujer, que fuiste creada
para dar vida y sanar el dolor
con ese don maternal
que fue sembrado en ti
como una semillita del más puro amor,
con la esperanza
de que fuera creciendo
hasta llenar tu seno palpitante,
cual una flor.
Esa es la faceta de luz
que se fue apagando en ti,
cuando descubriste en plena juventud
tus pechos turgentes
y la curva de tus caderas;
mientras lo angosto de tu cintura
cimbreabas ante los hombres
que pasaban por las aceras.
Oh mujer, que vendiste tu cuerpo
por unas tristes monedas
y ofreciste tu desnudez
a hombres insanos
sedientos de lujuria y de placer.
Pero nunca pensaste
que fruto de aquella desfachatez
albergarías en tu vientre
a un inocente ser;
que venía de lejanas constelaciones
a anidar en secreto
en lo hondo de tu cuerpo.
Y la voluntad del Creador
fue tejiendo en silencio
sus diminutos ojos
y las manitos más tiernas
en el nido acuoso de tu matriz.
Pero tú, oh mujer,
insensible a su incipiente vivir,
y sus suaves latidos
lo arrancaste de ti;
por el sólo anhelo
de conservar la efímera forma
de tus curvas voluptuosas.
Y no tuviste piedad
de aquel hijo inocente,
que en tu vientre empezaba a latir.
Y le negaste para siempre
tu regazo de madre
y la caricia de tus besos de miel.
Nunca sabrás que regalo traía
en sus pequeñas manos,
ni rodearán jamás tu cuello
sus bracitos pequeños.
Porque lo arrojaste de tu seno,
y regresó por la ruta azul
de los angelitos buenos
como un pájaro aturdido
a contarle a Dios
que anhelaba tu regazo
y que tú le negaste
tu maternal amparo.
Pero, oh mujer,
pasarán los años
y verás caer la flor de tu juventud,
y el cuerpo que tanto apreciaste
se tornará fláccido
y las arrugas marcarán tu frente
y las canas poblarán tus sienes,
porque habrás llegado a la senectud.
Pero jamás olvidarás a aquel hijo
cuando veas el rostro de algún niño,
y serán vanas las lágrimas
que derrames por el camino;
porque habrá llegado tu vejez
y te temblarán las manos
y serán frágiles tus pasos;
y entonces muy tarde comprenderás
que te hace falta ese hijo
y el apoyo amoroso de su brazo.
INGRID ZETTERBERG
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