SIMPLEMENTE ADIÓS
Contesto amigo tu misiva,
con la vaga tristeza
que suele acompañarme
en estos días.
Voy caminando a solas
por los caminos
teñidos del ocre
de un otoño en puertas.
La brisa fría
va meciendo los instantes,
y de pronto
viene a mi encuentro
tu recuerdo.
Te amé en los umbrales
de mi vida,
fuiste llama encendida
de mi rosado amanecer.
Floreciste en mi huerto
como suave clavel.
Y bebimos juntos del rojo vino
que producía mi frondosa vid.
Corríamos por los alegres campos
con el alma
en ingenua desnudez.
Alborozados de tanta juventud
descubríamos entre la hierba
nuestro amor.
Pero el reloj del tiempo
que todo lo muda,
se detuvo en el ayer
de nuestro adiós.
Cayó la cortina gris
del cielo,
como cae sobre el escenario
el telón,
y de pronto la distancia
anunciaba en susurros,
la soledad de los dos.
Amigo de mi ayer,
te escribo para decirte
que se ha hecho ya de noche
en mis miradas,
que aunque tú creas
ver en ellas las ansias,
ya no hay brillo
en mi alma.
No me busques, ya es tarde.
Mi silueta es una sombra
que vaga
en el inicio del otoño
hacia la nada,
y mi voz ya no te nombra.
INGRID ZETTERBERG
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