LAS BOTAS DEL HOMBRE QUE AMÉ
Tus bototos, como tú les llamabas
los que usaste por años
para traernos el pan,
allí están en un rincón
cubiertos por el polvo de tu olvido.
Yo me parezco a esas botas tuyas
que guardan una historia
de lucha, de trabajo y esperas.
Llevan las cicatrices de mi alma,
llevan el dolor de aquellos días,
de tu tesón bajo el sol;
de tu juventud gastada
entre máquinas y soldaduras.
Llevan tus pasos diligentes
que se perdieron por los caminos
de la selva.
Llevan el barro de las lluvias crueles
junto al Orinoco.
Tus amados bototos,
testigos fieles de las huellas
que fuiste dejando en el mar del tiempo.
Te sostuvieron
cuando junto a otros obreros
construiste aquel gran coliseo.
Valiente siempre fuiste
enfundado en tus botas
con punta de acero,
que te llevaron a trabajar
en las calderas de los barcos.
¡Ah! tus bototos compañeros,
que ahora yacen solos
en el fondo de un armario.
Llegó la vejez con sus ruinas
y nunca más esos bototos
te vi calzando.
INGRID ZETTERBERG
Dedicado a una botas
de trabajo que usaba mi esposo
en otro tiempo.
De mi poemario
"A la sombra del ñandubay"
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